Mi Llorona

 

    Siempre le había tenido miedo a la Llorona, miedo de convertirme en ella, miedo de ser juzgada y repudiada como ella, miedo de ser juzgada por mala mujer, por no querer ser madre, miedo de no encajar porque muy en el fondo sabía que me gustaba más mi mejor amiga que mi novio. Estábamos viendo en el colegio leyendas ticas y recuerdo claramente a los idiotas de mis compañeros arremedando a la Llorona y burlándose de ella. Y, sin embargo, ahí estaba yo riéndome también, sintiéndome falsa y sucia. Tenía apenas 15 años y no sabía que uno podía decidir alejarse de ese mundo de espejos y humo.

    Pero lejos estaba yo de saber que mi vida iba a ser salvada por Ella. Mi novio había insistido en que fuéramos a acampar con sus amigos a la finca de su papá. Yo era para ellos la mascota, la pobrecita en un colegio de adinerados con beca. Yo sabía muy en el fondo por qué él me presionó tanto a que fuéramos, y aunque no quería ir, por la presión de todos, acepté.    La noche del paseo llegó, y mientras todo cantaban y reían, yo sabía que era una de esas noches que presagian tragedia. Me sentía alienada de todo lo que estaba pasando. Estaba mirando por la ventana cuando me pareció ver a una mujer vestida de blanco, de pie viéndonos fijamente, y en eso todos escuchamos su lamento. Cuando volví a ver ya no estaba, y una vez más el chiste fue Ella, después de muchas imitaciones y bromas las mujeres comenzaron a llorar y salieron los hombrecitos a decir que nos iban a defender, y como ya el alcohol, entre otras cosas, fluía libremente por las venas de todos, las parejas se comenzaron a dispersar entre risitas y coqueteos.

    Todo transcurrió como un sueño, mi novio me llevó de la mano hasta la orilla del río, me acostó y me comenzó a desvestir mientas me decía cómo me iba a hacer suya, y cómo me iba a llenar y completarme. En mi mente yo gritaba que no, lo aruñaba, lo golpeaba, pero mi cuerpo no respondía, es más ¡ya no sentía nada! y me podía ver a mí misma como en una película desde la altura. Las lágrimas corrían silenciosas y dolorosas por mis frías mejillas. Hasta que la escuché, pero no me dio miedo, entendí que su lamento relataba la historia de una y de todas aquellas que habían sufrido por destinos impuestos.  

    El inútil de mi novio no la notó hasta que ella se le acercó, él con prepotencia la invitó a unirse, Ella le sonrió y le indicó que se acercara… nunca supe qué le susurró al oído, pero sí vi u cara transformarse en una máscara de terror y huir, sin tan siquiera preocuparse por mí, nunca más volvió a ser el mismo a partir de aquel día, y nunca más se me volvió a arrimar.

    Ella se acercó a mí, y con dulce paciencia me ayudó a vestirme, a levantarme y a secarme las lágrimas. Me tomó de la mano y caminamos en silencio, pero transmitiéndonos secretos de brujas. Lo último que vi de ella fue su mirada llena de dolor y furia por todas las injusticias que Ella como una y todas habían sufrido. Entendí que era tan fuerte que había decidido llevar esa pesada carga por nosotras y entendí cuál era mi deber.   Y desde ese día sé que no ocupo a ningún hombre que me salvé, que yo tengo a mi propia Diosa salvadora: mi Llorona. 

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